Mediar: transformar la realidad
Analistas y mediadores se reunieron a finales de marzo en Zanzíbar para debatir sobre el desafío de la resolución de conflictos en África. El encuentro fue organizado por el Centre for Humanitarian Dialogue (CHD), una agencia de resolución de conflictos con base en Ginebra involucrado en diferentes esfuerzos de mediación internacional.
Un área crítica, quizás el centro de todo ello, es cómo hacer que un acuerdo de paz se mantenga en el tiempo.
¿Hay algún momento en el cual los mediadores no deberían ni siquiera intentar de sentar a las partes enfrentadas en torno a una mesa de paz? La respuesta es: probablemente no, pero el momento parece ser clave para el resultado a largo plazo de las negociaciones.
Según Martin Griffiths, director del CHD, es responsabilidad del mediador “intentar y provocar” las condiciones correctas, en lugar de esperar que llegue un momento propicio para el compromiso.
El imperativo urgente para la mayoría de los mediadores es terminar con la violencia y el sufrimiento. Laurie Natha, un investigador de la London School of Economics y la University of Cape Town, contrastaba en su ponencia dos modelos de negociación: “diplomacia de fecha límite”, en la que representantes políticos presionan a las partes con una mezcla de incentivos y músculos para obtener un acuerdo; y “mediación de construcción de la confianza”, un proceso mucho más lento de facilitar conversaciones en el que los mediadores neutrales y de confianza buscan obtener un compromiso.
“Las partes deben tener la confianza en que sus oponentes respetarán sus compromisos; y la gobernabilidad estable a largo plazo depende de la cooperación de las partes en el proceso. Dados esos factores, la construcción de la confianza no es un lujo ni una distracción. Es un imperativo pragmático que debe ser un objetivo primordial del mediador”, exponía Nathan.
Entre los dilemas, está el de cómo comprometerse con los movimientos rebeldes que puedan ser percibidos como entidades fuera de la sociedad, terriblemente divididos, con patrones muy poderosos o capacidades limitadas para negociar un acuerdo global y creíble.
“Un proceso de mediación tiene la responsabilidad de asegurar la construcción de capacidades”, apunta Endre Stianson, un consejero del Gobierno noruego involucrado en las negociaciones entre el Gobierno de Sudán y el movimiento rebelde del sur Sudan People’s Liberation Army (SPLA) que condujeron al Acuerdo de Paz Global (CPA) de 2005. “No conseguirás un acuerdo que dure a menos que lo hagas así”.
Las llamadas negociaciones de “track two”, en las que intermediarios no gubernamentales se involucran en el apoyo de la resolución de conflictos utilizando una serie de canales no oficiales, intentan insertar un grado de pertenencia y responsabilidad popular en el proceso.
“En nombre de quién hablan aquellos que están mediando (los “track one”, representantes de organizaciones intergubernamentales y gobiernos de terceras partes)”, preguntó Bineta Diop, la directora ejecutiva de Femmes Africa Solidarite. “No están llevando a la corriente dominante al diálogo; están tomando decisiones en nuestro nombre, pero no nos están consultando”.
Diop, quien ha liderado iniciativas de construcción de la paz de mueres en conflictos de África Occidental y los Grandes Lagos, dijo a IRIN: “Si no se posicionan las negociaciones de ‘track two’ mano a mano con las de ‘track one’, no se va a ningún lado”.
La responsabilidad de la mediación puede ser la creación de un entorno post-conflicto “transformador”.
- IRIN News – Texto completo en inglés