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    Petróleo y conflicto(s) en los Sudanes

    Josu Ansoleaga Abascal, Prácticas ACNUR Euskal Batzordea / Sudán y Sudán del Sur / 06.10.2014

    La antigua Sudán, dividida en dos países desde la independencia de Sudán del Sur, es el escenario de tres conflictos cuyas causas, aún siendo múltiples, pivotan sobre un eje común: el petróleo. Pese a su papel protagónico en todos los órdenes de la vida, las mujeres generalmente quedan sistemáticamente fuera de toda (re)presentación de la “guerra de los recursos” sudaneses.

    La antigua Sudán, dividida en dos países desde la independencia de Sudán del Sur, es el escenario de tres conflictos (la guerra norsudanesa, la guerra civil sursudanesa y Darfur) cuyas causas, aún siendo múltiples, pivotan sobre un eje común: el petróleo. Este recurso estratégico en ocasiones queda fuera de las lecturas y análisis propuestos por algunos medios de comunicación, cuya clave interpretativa se basa en agravios étnico-religiosos de secular arraigo e incierta (sino imposible) solución. La perspectiva de género no suele encontrar acomodo en las narrativas esencialistas que hacen de la religión o la etnia la causa fundamental de la violencia africana. Del mismo modo, y  En el caso sudanés, el petróleo y los recursos son un factor estratégico e insoslayable en todo análisis interpretativo. Sus causas trascienden las fronteras sudanesas y sus consecuencias se dejan sentir diferenciadamente en hombres, mujeres, niñas y niños.   

    Petróleo y conflicto
    Desde su independencia del dominio anglo-egipcio en 1956, Sudán ha vivido en una perpetua guerra civil entre el Norte y el Sur (1955-1972 y 1983-2005) hasta la firma en 2005 del Acuerdo de Paz Global (CPA). El CPA sentó las bases para la celebración del referéndum con el que Sudán del Sur obtendría la independencia en 2011 y fijó el reparto equitativo (50:50) de los beneficios derivados del petróleo. La frontera entre los dos Estados, sin embargo, no está oficialmente definida, y la violencia contra civiles y el enfrentamiento armado persisten en cinco áreas fronterizas. Abyei, Kordofan del Sur y el Nilo Azul son las regiones más conflictivas y en ellas se ubican la mayoría de los pozos petroleros. Los dos Estados parecen condenados a entenderse ya que Sudán controla los oleoductos, las refinerías e infraestructuras, indispensables para que el sur encuentre salida internacional al crudo.
    El petróleo supuso aproximadamente el 98 % de los ingresos del gobierno sursudanés en 2011, según el Fondo Monetario Internacional (FMI). Por su parte, Sudán obtuvo el mismo año el 78 % de los ingresos por exportaciones del crudo, y esto supuso el 57 % de la recaudación pública. Las compañías que dominan el sector petrolero de Sudán norte y sur son asiáticas. La Corporación Nacional de Petróleo de China (en inglés, CNPC), la india Oil and Natural Gas Corporation Limited (ONGC) y la malasia Petronas son las empresas con mayor participación en los consorcios nacionales, según la Administración de Información de Energía de los Estados Unidos (EIA).
    La publicación FACTS Global Energy indica que el 77 % del crudo sudanés se exportó a China en 2011. Ese monto supuso el 5 % del total de las importaciones de crudo del gigante asiático. China representa el principal mercado, llegando a consumir el 80 % del petróleo de las dos Sudanes. Entre los países europeos, solo figura Italia, adonde se destinan el 2 % de las exportaciones.
    Según un informe de Human Right Watch publicado en 2003, “Sudan, Oil and Human Rights”, las petroleras en Sudán han violado en reiteradas ocasiones los derechos humanos o han actuado con permisividad y connivencia cuando se han violado. La publicación destacaba cinco compañías beneficiadas directamente por el conflicto: la canadiense Talismán, la Nacional China Petroleum, Petronas, la austriaca OMV y Total (francesa).

    Geopolítica del petróleo
    Sudán ha sido el “tablero de ajedrez del petróleo” de las grandes potencias, con Estados Unidos y China a la cabeza. A diferencia de otros países africanos productores de petróleo, donde el grueso del negocio petrolero está en manos occidentales, Sudán ha acogido fuertes inversiones del sector petrolero chino en pozos de extracción e infraestructuras. Según el libro “China en África”, publicado en 2008, Sudán se ha convertido en el único país africano en el que China produce con sus propias instalaciones en lugar de comprar el crudo. Como contrapartida, los beneficios que deja el negocio del petróleo en la población local son mínimos. Según el libro, China también ha contribuido a sostener los conflictos sudaneses, al entregar armamento al Gobierno de Jartum que ha sido usado contra Sudán del Sur y en Darfur, y al oponerse a la aplicación de sanciones contra Sudán en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
    EEUU, por su parte, ha apoyado históricamente las reivindicaciones soberanistas de Sudán del Sur. Según un artículo publicado en Global Research, EEUU ha entrenado y financiado al Ejército de Liberación Popular de Sudán (SPLA) y ha suministrado armamento que ha sido utilizado en la región oriental sursudanesa y en Darfur. La presencia de EEUU en Sudán del Sur se debe, según Global Research, al interés petrolero fundamentalmente y a la guerra silenciosa por la apropiación de los recursos africanos que enfrenta a Washington y Pekín.

    Guerra civil
    Tras la obtención de la independencia en Sudán del Sur, afloraron las tensiones motivadas por el control de los recursos y por una representación étnica equitativa en las instituciones del nuevo país que satisficiera a dinkas y nueres, las dos comunidades más representativas del país (aunque juntas no suman más del 25 % de la población sursudanesa). En 2013 el actual presidente Salva Kiir, de etnia dinka, destituyó al vicepresidente Reik Machar, de etnia nuer. Meses después comenzó un enfrentamiento generalizado y el bando favorable a Machar -compuesto mayoritariamente, pero no exclusivamente, por nueres- se ha hecho con el control de amplias zonas del norte de Sudán del Sur. Los combates más violentos se dan en las regiones de Ecuatoria Oriental y Unidad, que son las más ricas en yacimientos de petróleo.
    La competencia por los recursos también se ha dejado sentir en Darfur, región del oeste de Sudán en conflicto desde 2003. Según la Unión Africana y Naciones Unidas, se han intensificado los enfrentamientos y violaciones de los Derechos Humanos desde la independencia del sur en 2011. Una cuestión desconocida o tratada de soslayo es que Darfur también tiene petróleo, además de otros recursos valiosos como el oro, el agua y minería.

    Crisol de culturas e identidades
    Algunos modelos explicativos (y buena parte de los medios de comunicación) centran su análisis en las causas étnicas y religiosas que históricamente han dividido a los habitantes del Sudán unificado. El norte, mayoritariamente árabe (o arabizado) y musulmán, ha expoliado históricamente a una periferia pobre y oprimida, de mayoría negra, cristiana y/o animista.
    Esta representación de la ciudadanía sudanesa es parcial y sesgada. En Sudán conviven numerosas comunidades étnicas, con predominio de las árabes sudanesas o sudanesas arabizadas (70 %); las otras comunidades más numerosas son fur, beja, nuba y fallata. La mayoría de la población es musulmana suní, pero también hay minorías cristianas. La diversidad étnica es aún mayor en Sudán del Sur, donde comparten territorio nacional las siguientes comunidades: dinka, nuer, kakwa, bari, azande, shilluk, kuku, murle, mandari, didinga, ndogo, bviri, lndi, anuak, bongo, lango, dungotona, acholi. Las religiones predominantes del sur son la animista y cristiana.

    Claves interpretativas: más allá de las etnias
    En Sudán existen tres niveles de conflicto: local, nacional e internacional/regional. A nivel local existe una lucha entre grupos armados que se definen a sí mismos en clave tribal. Sin embargo, su objetivo es fundamentalmente el control de la tierra y de los recursos naturales (petróleo, tierras fértiles para el cultivo y el pastoreo, agua, minerales, oro, etc.) vitales para la supervivencia de la comunidad. A nivel nacional, existe un conflicto entre el gobierno de Jartum y los grupos armados provocado por el excesivo centralismo de la capital sudanesa y el abandono administrativo de las regiones periféricas (no solo de Darfur y Sudán del Sur). La escala regional/internacional del conflicto sudanés engloba a otros países: Chad, Libia, Uganda, República Centroafricana y el nuevo estado, Sudán del Sur. Los grupos armados de diferentes países y regiones, aduciendo diferentes razones (frecuentemente, de corte étnico o religioso) luchan fundamentalmente por los recursos naturales como el petróleo.

    Vulneración de derechos
    Los conflictos sudaneses no afectan de igual manera a todas las comunidades. Los medios de comunicación tienden a representar el conflicto como una cuestión “de hombres”: los hombres combaten, los hombres negocian y firman acuerdos, los hombres son entrevistados. Generalmente, los líderes internacionales son también hombres. A las mujeres se las relega a una posición subordinada, pasiva, maternal, objeto y víctima de todos los abusos y padecimientos de la guerra. Las mujeres, no obstante, tienen siempre un papel protagónico tanto en la construcción de paz como en la guerra.
    En el Sudán unificado los derechos de las mujeres se vieron seriamente limitados con el giro islamista y la adopción de la sharia (ley islámica) bajo el gobierno de Al-Numeiry (1969-1985) en 1983. Entre el 85 y el 90 % de las mujeres de Sudán han sufrido la mutilación genital femenina y la lapidación es una realidad habitual no tipificada como delito por la ley. En caso de violación, las mujeres pueden ser acusadas de “adúlteras involuntarias” y lapidadas. En Sudán del Sur las mujeres tienen derechos reconocidos constitucionalmente que no se aplican en la práctica, ya que la justicia tradicional y comunitaria, impartida por los hombres, sigue vigente en casi todo el país. El sistema tradicional, amparado por la Constitución, contempla a la mujer casada como propiedad privada del hombre. El 92 % de las mujeres sursudanesas son analfabetas.

    Construcción de paz
    En Sudán, los diferentes acuerdos de paz oficiales para poner fin al conflicto entre Jartum y el sur del país primero y en Darfur después han tenido un denominador común: la escasa participación de la sociedad civil y la práctica ausencia de mujeres en los procesos de negociaciones y en las propuestas de construcción de paz. En 2005 se firmó un acuerdo de paz (Acuerdo de Paz Global, CPA) para poner fin a más de veinte años de conflicto entre Sudán y Sudán del Sur.
    Tras el cese de hostilidades en el sur, Darfur se convirtió en un nuevo escenario de violación de los derechos humanos. El Acuerdo de Paz de Darfur (DPA) de 2006  fue más una operación propagandística orquestada por EEUU que un verdadero cese de las hostilidades, según el análisis de analistas internacionales, como Gerard Prunier. Ante la incapacidad para poner fin a la violencia endémica en Darfur, se ensayó otra tentativa de paz en julio de 2011: el Documento de Doha para la Paz en Darfur (DDPD), que tampoco consiguió poner fin al conflicto, aunque contó con mayor participación ciudadana. Las organizaciones de mujeres del Norte y Sur de Sudán han tenido un papel importante en la construcción de la paz. De acuerdo con información aportada por la Escola de Pau, las plataformas más activas que han reclamado el fin de la violencia entre las dos naciones son Peace Mothers Society, National Women´s Forum, el Sindicato de Mujeres Sudanesas (SWU) y Sudanese Women Empowerment for Peace.

    Mujeres protagonistas

    Las mujeres deben liderar la construcción de paz

    01.08.2014

    Gracias a su propia iniciativa y espíritu de lucha como al esfuerzo y al apoyo de ONG como Worl Relief, las mujeres darfuríes hacen frente a una tradición y cultura que las excluye del liderazgo y de la participación y trabajan junto a los hombres en los Comités de Paz y Reconciliación.

    Lenguaje de género y paz

    25 de noviembre: Las violencias contra las mujeres

    22.11.2013

    La violencia contra las mujeres no sólo se produce en los actos que atentan contra su integridad de forma directa. Está también en las condiciones diferenciadas en las que mujeres y los hombres acceden a los derechos que les corresponden. Esta precariedad las coloca en una situación de gran vulnerabilidad cuando estalla un conflicto. Aún así toman la iniciativa y se comprometen con planes de presente y futuro con fortaleza y dignidad.

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